CECILIA MAIDANA
sábado, septiembre 11, 2021
Huyendo del amor Dante pone todos sus sueños en una maleta.
En
el puerto de Nueva York le pide a alguien que se la cuide un
instante, se pierde en el tráfico de gente y deja sus sueños en
manos de otro.
Lo
espera el infierno, su amigo Virgilio le muestra las noches en las
calles de una ciudad mortal que devora y expele los huesos de los
ingenuos.
Otra
noche se encuentra con una mujer, ella le pide una moneda y él se la
da, la pierde en
las calles atestadas de horror.
Esa
noche escribe una historia, relata que encuentra su maleta en un
cuarto del hotel Chelsea, alguien
la ha dejado allí y él recupera sus sueños.
En
uno de ellos ve pasar a su niña amada, Beatriz, la llama y ella se
da vuelta, es la mujer de la moneda sentada sobre restos de flores
marchitas, sonríe.
Entonces descubre que ha venido a rescatarlo.
martes, febrero 23, 2021
"El Ojo"
El ojoEl día plomizo enajenaba su vista, fruncía el entrecejo y entornaba los ojos. El verde desbordaba los parques.
Cruzó la calle rumbo al museo Nacional, caminó por una alfombra violeta, jacarandaes altivos bordeaban la avenida, iba abstraída, con ritmo rápido. Sin embargo su mirada percibe, algo llama su atención, vuelve sobre sus pasos y se le hiela la sangre.
Allí entre las flores pisoteadas, un ojo la mira.
Levantó la vista, se hallaba sola en la vereda, ni un perro en la grisura.
Pensó - no puedo dejarlo acá, o mejor me voy y hago de cuenta que no lo vi-. Sabía que su mente no le daría paz, no podría olvidar ese ojo mirándola.
Buscó en su cartera, a veces tenía bolsitas de plástico - por sí encontraba ojos - pensó, sonriendo con la locura del momento. Una servilleta de Starbucks grande y gruesa, le ayudaría a levantarlo, sentía una profunda náusea, mezcla de asco y curiosidad -¿cual sería la textura?. Sólo lo sabría al levantarlo.
Sin mirarlo lo tomó con la mano forzada, como si fuera una garra, como una fiera sin sentimiento y lo metió en la bolsa, ¿pero que haría con eso en la cartera? .
Debía buscar un policía, decirle del hallazgo. Quizás el tuerto o tuerta, estarían por allí buscando su bello ojo, quizás no era tarde para un implante.
Caminó y buscó una persona a quien decirle ,
Maldijo su ojo entrenado de fotógrafa, siempre en busca de una escena que inspire su fiel lente. Este era el escenario fetichistico fotográfico perfecto, mirar y ser mirada por el sujeto de estudio. Sacó la cámara, hizo un disparo, guardó ambas cosas en la cartera, pensó en lo práctico de tener una tan grande y siguió caminando.
Pensó en la coincidencia, ojo = cámara redonda, que yacía abandonado en la vereda sucia. Obvio que no tendría un rostro grabado en él como en las novelas de ficción, donde se podía ver el asesino, no, hubiera sido de ayuda.
Entró al museo y buscó un guardia, le refiere el descubrimiento, el hombre la mira como se mira a una loca.
El hombre sonríe y le responde - mire señora no es de mi incumbencia- y se alejó como si ella le hubiera dicho que tenía sed.
Mente paralizada, se le había congelado, no entendía que la ignorara. Se dirigió al la recepción, unas chicas le dicen que debe dejar la cartera. Ella las mira y dice - Sí, pero cuidado que adentro tengo un ojo y no deben apretarlo, o se puede dañar-
Las chicas rieron por la ocurrencia. Decide retirarse, se dio cuenta que sería inútil explicar, sentía que había traspasado una línea invisible, cruzado un límite.
Transpiración, la frente chorreaba agua, como una fuente, brotaban gruesos hilos hacia los costados de su cara, tal era la situación. No logra acercase a un pensamiento coherente, todo es deriva.
Que hacer con un ojo en la cartera pudriéndose en la ignominia, en el anonimato, mientras su dueño pierde la vista lateral de la vida, o vaga sangrando por el mundo.
¿ Cómo es un ojo sin ojo? una órbita obscena, ¿y detrás que?, ¿ qué hay en el fondo del agujero?
La visita deseada al museo se le ha arruinado, sale furtivamente, camina por Pueyrredón rumbo a Santa Fe, el aire frío le electriza la cara, su cuerpo está húmedo, su ropa huele a transpiración insana, como todo lo que acontece.
Los transeúntes caminan por doquier, a nadie le falta un ojo, se ríe para sí, la tontera, el humor la atraviesa, la salva.
En el camino encuentra una gran clínica, entra en ella, decide no hablar. Se dirige a la recepción, saca el ojo de la cartera y lo deposita en el mostrador, una señorita horrorizada lo mira, el ojo no pestañea, parece ausente, sin vida.
La mirada es un signo de pregunta, ella dice - ¿este no es su ojo no? . No, obvio que no, le responde sonriendo - La joven dice - ¿ que quiere que haga? - No sabe, no contesta.
De nuevo la calle, ahora se le sumó la responsabilidad, como una pariente pobre de ese ojo abandonado y que nadie quiere. A su alrededor el furor humano con ojos.
La única comisaría que recuerda está en Palermo, queda en la calle Julián Álvarez. Una vez allí se propone entrar, la paran y le preguntan,
Un oficial incrédulo la increpa - ¿ Que desea señora?- . Ella vuelve con su relato, le muestra el ojo, al mirarlo lo advierte cansado, la luz de la pupila parece extinguirse. El hombre mira y dice
Contesta molesta
Le tomarán declaración, deberá esperar una hora con su compañero. Más tarde la llevan a un cuarto, hay un escritorio, mate, papeles, cafetera, sellos. Una máquina de escribir y un hombre la esperan para la entrevista:
-Buenos días, ¿ que la trae por acá?
-Vengo por un ojo, lo encontré en la vereda del Museo Nacional (lo pone sobre el escritorio), el hombre lo observa.
- ¿Es suyo?
- No, lo encontré tirado y lo levanté.
- ¿Y porque decidió levantarlo?
-Pausa- el hombre la mira, parece dudar, pero sigue.
¿Preguntó a alguien si le pertenecía, o si habían visto algo?
- Todos dijeron que no.
- ¿O sea que no sabe de quién es?
-¿ Qué desea hacer con ese ojo?
- Nada, quiero que ustedes se encarguen e investiguen.
- ¿ Que piensa que podemos hacer nosotros? Comprende que no es nuestro trabajo buscar gente a la que le han robado un ojo.
-¿Quiere hacer una denuncia de algo?
-Si, quiero denunciar la incapacidad, la indiferencia.
- ¡Ha! pero acá no tomamos esas denuncias. Y si me disculpa estoy muy ocupado. Le señala la puerta.
De nuevo en la calle, cansada, ahora ya no miro la vereda, por si me encuentro con el par.
lunes, febrero 22, 2021
Poema I
escucho sonidos confundidos.
Por momentos uno se impone,
calla la cháchara agitada.
Silencio, si haz de venir,
que sea después de escuchar
la vida.
lunes, octubre 12, 2020
domingo, octubre 11, 2020
En esta tercera parte de la vida los recuerdos aparecen como los gusanos en las mazorcas, devenidos visitantes inadecuados.
Es la poesía, la infancia unida a tanta dureza real. El sol participe de gloriosos días de la niñez sale a cada rato, no hay melancolía, no es una metonimia ostentosa, se repite solo lo que hunde raíces en mi universo mítico.
La naturaleza torciéndole el brazo al hombre, la maleza comulgando con las privilegiadas, enriqueciendo la tierra donde crecerán los misterios.Si dejamos la tierra rodearse de lo que haragana prefiere, seguro las ortigas, los cardos, trébol, la gramilla, huevito de gallo o uvita de campo serán sus voces.
Pero yo vi la mano hacedora, instalará semillas, bulbos, plantines de otros lares y un jardín brotará para mentir al deseo. Allí crecí y creo que aún hoy se ha preservado en mí esa mentira.
Que privilegio de ensueño
haber conocido la casa de la infancia
soy dichosa de haber poseído verdaderamente mi soledad
No en un desván o
sin dejar de jugar
Pues mi mente jugaba solo con las palabras
en un puente sobre la zanja del frente de la casa
allí entreví el germen de la libertad.
Mas allá la infinita calle atrapaba mis ojos
llenos de tierra y tiempo
Te hecho de menos
y con los sueños de entonces permanecen en mí
Aún cuando la casa ya no existe.
C.M.
lunes, octubre 05, 2020
sábado, agosto 29, 2020
La casita

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Mi amigo Eduardo Paradot presenta su libro de cuentos esta semana en Santa Fe, la provincia que nos vió nacer y nos dió la posibilidad de u...
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